No
supe entonces comprender. Cometí el error de haberla enjuiciado por sus
palabras y no por sus actos. Iluminaba y perfumaba todo mi planeta.
¡Jamás debí haberla abandonado! Debí haber intuido su ternura detrás de
sus ingenuas astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Y yo…
demasiado joven para saber amarla”. El principito.
Quién no se sintió como “El principito”? Quién no viajo en búsqueda
de compañía, amistad, compresión, amor, aprobación? Quién en el viaje
no conoció la vanidad, la ira, el egoísmo, la avaricia, el esfuerzo, el
trabajo, la esclavitud, la sabiduría? Y quién, como él, después de
andar no comprendió el error de buscar afuera las respuestas. Quién no
descubrió que el mejor viaje comienza en uno y termina en uno. El sitio
más inexplorado, complejo, intrincado, apasionado resulta estar dentro
de nosotros. Quién no tuvo un zorro que luego de un tiempo le mostro el
camino y le dejo un secreto?
Demasiado joven para saber, dice el
Principito! Con el tiempo descubre que su rosa era única y su mundo
también. La rosa que tanto cuidaba era orgullosa, vanidosa, mentirosa y
sobre todo frágil, necesitaba de él.
Quién no ve en esa Flor su
estima, su yo, el amor propio? Él, la protegía de sus miedos, los
baobabs, los que compartían. Qué harían uno sin el otro? Él lamento
abandonarla y comprendió su tristeza.
Esa flor es la ternura de mamá
que nos enseña. Sus palabras que nos acunan, nos aconsejan, nos
reprenden, nos reprochan. Son sus besos que un día no están y el aroma
que nos falta. Nos duele nuestro propio viaje y haberla dejado.
Esa flor es “el amor”. Es contradictoria como una mujer que él no olvida.
El principito en su búsqueda llega a la tierra y conoce al zorro, al
narrador y a la serpiente. El zorro con astucia se convierte en su amigo
y lo ayuda a entender a las personas. Lo guía en su interior para que
él comprenda quién es su rosa y donde esta su mundo. Así decide regresar
de donde partió, sabiendo que debe primero morir, perder, elegir. La
serpiente cumple su deseo.
Demasiado joven para saber amarla, dice
El Principito! Quizá, si nos quedáramos con el presente y no fuéramos
por ahí buscando, comparando, si no tomáramos distancia, no valoraríamos
lo que tenemos y no encontraríamos las respuestas a nuestras preguntas.
Antes de domesticarnos juzgamos por las palabras en lugar de por
los actos, porque somos inmaduros. En el camino dejamos muchas huellas.
También nos dejan poesías, tristezas, risas, sensaciones. Antes del
punto final, en el mientras, aprendimos muchas veces a morir de una
forma para vivir de otra. Perdimos y ganamos y como el principito al
final quedaremos solos en nuestro planeta y con nuestra flor. Nadie nos
cuidará y nos encontrara, ni sabrá donde queda el asteroide B 612.
El secreto del zorro: “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.”