Hoy Sofía, voy a contarte sobre mi viaje
de mochilera por Europa.
Esta foto es uno de los lugares más maravillosos
que conocí. Como podrás ver, tiene el mar pintado de fondo, Santorini. Ahí,
desde esa altura, disfruté con Delia la puesta de sol en la Isla. Si
algún día emprendes tu propio viaje, busca ese atardecer, el que tus ojos
siempre lo iluminen.
Esta es la única maleta que llevo a todas
partes cargada de emociones y no quiero que conmigo quede cerrada por siempre.
Este viaje comenzó hacia el final de los
años 90, tendría unos 29 años cuando nos decidimos con Delia conocer el viejo
mundo. Ella fue una compañera de la facultad.
Salimos en invierno, en el otro
continente comenzaba el verano. Los pasajes los sacamos por Asatej, lugar
que contaba con paquetes para estudiantes junto con el Eurail Pass. Viajamos
por la línea KLM con escala en Ámsterdam y destino final Inglaterra. El vuelo
en avión fue tranquilo. Cuando llegamos a Holanda nos hospedamos en un hermoso
hotel. Lo primero que me sorprendió fue abrir el cajón de la mesita de Luz y
encontrarme con bombones Arcor. Todos saben que es una empresa de
golosinas de Argentina. Tuvimos la mejor bienvenida. Este fue el primer
país que conocí que me alerto la cabeza. No entendía muy bien como en un hotel
familiar pasaban películas XXX a toda hora del día. No entendía muy bien el
tema de la zona Roja, ni de los bares donde se podía consumir drogas. Nosotros
para ese entonces vivíamos en una cultura bastante distinta y después, cuando
intentamos modernizarnos hicimos una copia mala.
La ciudad me pareció una maqueta armada,
pintoresca, refinada, una joya antigua, perfecta. Estuvimos poco tiempo.
Luego seguimos rumbo hacia Inglaterra.
Con Delia nos manejábamos en tren y subte y
arrendábamos los hoteles desde las estaciones de trenes. Para llegar al Hotel
el cual estaba en el barrio de inmigrantes, desde uno de los
Aeropuertos, usamos el tren combinado con una línea de subte, una de las
circulares. Pero tomamos la incorrecta. Dábamos vueltas sin lograr el destino.
Al fin la encontramos y pudimos hacer la combinación que nos dejó donde
queríamos ir. Una vez que llegamos al hotel nos informaron que las valijas
habían ido al otro aeropuerto, no estaban. Quedamos a la espera de las maletas
con lo que teníamos puesto.
Nos tocó una habitación que tenía cama y ducha,
pero con baño afuera y compartido. Eso mucho no nos gustaba. En Argentina
tenemos todos los hoteles con baño completo en la habitación y es algo
que ni se consulta. Había que acostumbrase a golear la puerta y esperar. En los
días que estuvimos en Londres caminamos mucho por una ciudad ordenada, con
personas muy amables y con cielo siempre nublado. En ese entonces muy poco les
importaba las Malvinas. Si nos deteníamos a preguntar por algo como ser un
banco, la gente se paraba y nos acompañaba. El segundo día de estadía
continuábamos sin nuestras valijas. Decidimos entonces ir de compras. En ese
momento en Argentina no se usaban las tarjetas, no conocíamos el débito
automático, nos manejábamos con nuestro efectivo. Yo decidí poner en uso
el sistema y no usar cheques de viajero. Fuimos con las tarjetas y unos
1000USD en efectivo. El problema surgió cuando quisimos retirar dinero de los
cajeros, no había manera de realizar dicha operación. En cambio sí podíamos
utilizar el dinero electrónico, así que fuimos a comprar ropa. Compramos
en una tienda cerca del hotel y volvimos con un ticket que no parecía ser
confiable. Al segundo día preguntamos en el hotel por nuestras maletas que aún
no habían regresado. Me puse a llorar en una escalera. Entonces se acercó una
chica que había escuchado la conversación con el Sr de la recepción y me
pregunto porque lloraba si después de todo no olía mal. Claro, en
Europa cuidan el agua y no se bañan tan seguido; mientras que en Argentina nos
sobra, nos bañamos todos los días y permanecemos debajo de la ducha fácil unos
30’. Luego le mostré al mismo Sr el ticket y ahí nos confirmó que la
factura no era normal. Entonces nos acompañó hasta la tienda para que nos
devolvieran nuestro dinero. Ni bien entramos el Sr que nos atendió abrió la
caja y nos entregó los billetes. Algo de dinero para subsistir. Al otro
día hablamos con el Banco de Argentina y descubrimos el problema, nos abrieron
solo una cuenta en dólares cuando necesitamos una en esa moneda y otra en pesos
Argentinos. Por suerte todo se solucionó con un fax que autorizaba el
cambio. Llego el último día en Londres y con eso nuestras maletas. Nos despedimos
hacia Francia tomando el tren que cruza el canal de la Mancha. En el viaje yo
me dormí agotada.
Llegamos a Francia, con nuestras mochilas sobre
las espaldas. No sabíamos cómo armarlas ni cómo atarlas. En el camino
aprendimos mirando a los demás y dejando parte de nuestras pertenencias en cada
lugar que dormíamos. En la parada de la estación de trenes hicimos reserva del
hotel y comenzamos a caminar hacía el. Cuando preguntábamos a los
Parisinos si conocían la calle con la dirección que teníamos anotada, no nos
contestaban, se hacían los que no nos entendían, a tal punto que, estando en la
dirección correcta nos mandaban a caminar 10 cuadras hacia el otro lado
del hospedaje. Nunca comprendí a la gente de esa hermosa ciudad, realmente son
muy engreídos. Una noche pedimos referencia de un lugar para ir a bailar. El Sr
del hotel nos mandó en taxi al boulevard de clichy, en ese sitio se encuentran
todos los sex shop. El Sr del taxi cuando bajamos nos indicó que camináramos
en una dirección, pero la gente iba en dirección contraria. Nosotras los
seguimos. Para los Parisinos baile o dancing significará otra cosa que nosotros
no sabíamos? Lo que no comprendía era qué hacían los perros dentro de esos
lugares o en las confiterías, junto con sus dueños.
No conocimos los museos, quizá fue una pena, pero
yo no soy entendida en el arte. Preferimos recorrer los barrios, caminar,
tratar de hablar con la gente, subir a los colectivos, ir a tomar algo.
Así nos encontramos con las locas máquinas de lavar ropa donde no había nada,
gente, jabón, suavizantes y solo un loco que se sacaba todo y lo metía dentro
de una lavadora.
Tengo la foto de la torre Eiffel iluminada con
los días faltantes para el año 2000. Los paseos por la catedral de Notre
drame, el Tradicional Moulin Rouge. No me despedí de Paris sin saludar a cada
policia y preguntar por el Inspector Toto. De ahí partimos a Niza. Un lugar
precioso con personas muy gentiles. Nos hablaban en castellano sin
inconvenientes y nos sonreían. Luego de ahí, no recuerdo bien para donde fuimos
entiendo que debimos ir para Italia, a Venecia.
Si hay algo para rescatar de esos Países es la
puntualidad de los trenes, algo que en Argentina no existe. No perdimos ninguno
pero, tampoco entendimos el sistema. Trenes que se bifurcaban en la mitad y una
parte iba a un lugar y la otra parte del tren al lugar contrario. Trenes que
terminaban en un barco. En Venecia descubrimos que en alguno de esos nos
robaron 500USD, pero para ese entonces podíamos usar nuestra tarjeta.
Cambiar dólares era algo tortuoso.
Nos hospedamos en un hotel cercano a los
canales. Había una atmosfera bastante pesada. Recuerdo caminar por los puentes
de los canales hasta la Plaza San Marcos. Por casualidad nos encontramos
mirando el mar y muchos bares. En uno de esos estaban tocando un tango de
Piazzola. Entonces nos sentamos y pedimos un café. Una pequeña tasa que nos
costó unos 15USD. El café más corto y más caro de mi vida. Cuando entramos en
Italia, fue entrar a otro mundo, tengo que reconocer que de todos los muchachos
de distintos países con los que me cruce, los Italianos era lejos los más
bonitos, los más elegantes y los más extrovertidos. Ellos hablaban a los
gritos, si la chica les gustaba se le tiraban encima. Bueno lo más parecido a
los Argentos. Fuimos hasta el final de la bota para cruzar a Grecia, a
Patras en barco. El viaje más horrible que hice en mi vida. Un gran barco
donde los mochileros dormían a la intemperie, mirando las estrellas del mar,
obvio con las bolsas de dormir que nosotras no teníamos. Con mucho frío
nos acercamos a unos Italianos y mientras el resto de los tripulantes en su
mayoría Alemanes dormían, nosotros cantábamos, bailábamos y bebíamos. Así
amanecimos destruidos a la intemperie del barco para continuar el viaje en un
tren a Atenas. De ese viaje recuerdo que mandaron a tapar la piscina del
barco por miedo que nos cayéramos, debido al estado en que pasamos la
noche.
Los trenes que iban a Atenas desde Patras
tenía particularidades que tampoco logre entender. A cierta hora podían
tomarlo los mochileros, en otra hora no. Lo cierto es que subimos al primer
tren que paso junto con el resto de los mochileros. Despues de un viaje de 3hs,
son casi 5hs de recorrido, el guarda nos bajó en una estación tipo lejano Oeste
y ahí quedamos tirados, con mucho calor, sin comida ni bebida. Agotadas,
esperando el próximo tren. Mientras yo exprimía mi bronca y mi amiga
buscaba cambiar dólares, que nos permitiera ingerir algo, se nos acercaron unos
Japoneses y nos preguntaron de donde veníamos, al contestarles de Argentina,
inmediatamente gritaron Maradona. Ahí nos dieron todo lo que necesitábamos para
recuperarnos. Además de Diego, en esa época estaba de moda el Musical Evita
interpretado por Madonna, por eso nos preguntaban todo sobre ella y el Che.
Una vez en Grecia ya asentadas en un Hotel
disfrutamos de sus playas, de sus calles un poco sucias, de su gente un poco
alterada. Como siempre los lugares eran hoteles de estudiantes con las
opciones ya mencionadas. En Grecia hacía mucho calor. Caminábamos mucho,
subimos al Partenon en plena tarde. Tratábamos de entender qué kiosco era
el que vendía la tarjeta de colectivo; cuando preguntábamos si la tenía
nos decían que sí con la cabeza pero no nos entregaban nada.
Grecia es un lugar espectacular. Después de unos
días reservamos un tour y nos fuimos a las Islas de Mikonos y Santorini.
Recorrimos el puerto de MiKonos, las playas de Paradise y Super Paradise,
esta última llena de Gays, un destino muy elegido por ellos. Además, recuerdo
las callecitas pequeñas del pueblo y el atardecer en los Molinos. En una
de sus playas tan tranquilas mi Amiga casi se ahoga.
Satorini también tiene su belleza y sus
atardeceres muy arquitectónicos. La vista al mar desde las rocas volcánicas
con las casitas pintadas de blanco y de cúpula azul. Desde ahí tomé una
de las fotos que más me gustan de todos mis viajes, no muchos, tomando una
cerveza y mirando la puesta de sol.
Luego regresamos en el mismo barco, pero
esta vez pedimos viajar adentro. Con el tren nos cruzamos toda la costa
Azul. Recuerdo estar en Marbella en España y ver personas grandes haciendo
topless delante de los nietos. Luego nos fuimos directamente a Madrid. Ya
estábamos al final de nuestro viaje.
En España visitamos Plaza Mayor donde había un
bar que vendían los sándwich de Jamón crudo más ricos que he comido. Fuimos
hacia los palacios, el paseo del Prado, Puerta del Sol y las recorridas
nocturnas de bar en bar. Algo me llamó la atención de España sobre el resto
de los lugares, fueron los más despectivos hacia nosotros; recuerdo una
conversación con un grupo de chicos entre los que se encontraba el hijo de una
pareja de Argentinos, se apellidaba García y fue el más duro con
nosotras. Luego de escucharlo hablar le contesté, sabés como se apellida
casi el 50% de la población de Argentina? se apellidan como vos, deben ser tus
hermanos.
Al final del viaje a la tarjeta se le rompió la
banda magnética y una vez más nos quedamos sin dinero. Ya poco nos importaba,
al otro día tomábamos el avión de regreso.
Yo estaba feliz de ver a mis papás. Me esperaron
con un rico asado y los reproches por no llamar por teléfono con la frecuencia
que mi mamá pretendía. Mi papá me contó, que después de 1 semana
sin noticias nuestras, estaban por pedir ayuda a interpol. No creo que eso sea
cierto, pero bueno. Ahora que soy mamá entiendo lo que la mía sintió y
creo que fui muy cruel en no llamarla más seguido.
Ojala Sofía puedas hacer ese viaje y muchos más,
un poco más joven que mamá.
Viajar es placentero, cultural, motivador, es una
forma de encontrarse con lo bueno y lo malo de nosotros mismos y de la sociedad
en la que te toco vivir.
Quiero que sepas que me encantaron los lugares que
conocí, su gente y su idiosincrasia; pero si tuviera que elegir, nunca
dudaría en volver acá. Nosotros no somos más que parecidos al resto y
nuestras costumbres son tan nuestras que nada nos llena del todo.