Licencia Creative Commons

Licencia Creative Commons
Los ojos del pasado por Corrado Gabriela se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El principe y la mendiga



Fue por ahí, quizá el Recordarte de adolescente con tu  mirada azul punzante rosando el delirio. No importa ese tiempo hidalgo que ya paso; entonces cabalgábamos  sobre nuestros sueños hasta que un buen día vos despertaste en una colina y yo enfrente. En ese momento lucías el cabello largo  aún de color castaño y caminabas como un toro que alguna vez había sangrado por las dagas. Todavía tenías algo de lo que recordaba, pero el bolso  se había atorado con tus miedos.  Habías estado preso un tiempo, otro en Francia, en la Legión extranjera. Por mencionar pequeñas cosas que te hacían un gran delirante. Yo claro, prestaba atención a esas declaraciones y en el fondo solo recordaba al pequeño niño que había conocido, cuando no tenía capa, caballo ni escudo.  Ese día me había cruzado con un temido guerrero del tiempo, de molinos rotos y de hojas quebradas de recuerdos. Una vez más cada uno tomo calles distintas. Mientras me alejaba en el coche vos me mirabas seguir  mi rumbo y yo me preguntaba, cuál sería el tuyo? Tan seguro parecías estar de tus decisiones y en fondo tan tremendamente perturbado. Fue así que   el destino más de una vez me respondió esa pregunta y aquí voy a dejar escrita la respuesta, antes que el filo del camino se desprenda.
En el año 1999 fue que nos despedimos formalmente por última vez. Por entonces todavía caminabas como un divo, aunque ambos sabíamos que tu ropero estaba atascado de guantes bizarros.
 El tiempo se empeñó en volvernos a juntar después de 10 años de esa intencional última vez. Ahí,  se te veía más maduro no solo por  tu fecha de nacimiento, sino más bien porque tus ojos comenzaban a perder pinceladas de cielo por nubarrones.   Fueron unas tres veces más que nos encontramos de casualidad, quizá más de esas, pero en estas ocasiones particulares ambos nos hicimos los distraídos, mientras que otras nos saludamos entusiasmados. Una vez fue arriba del tren roca. Subí al mismo vagón del mismo tren alrededor de las 18hs y ahí estabas a mi  espalda. No es demasiada casualidad? Cuantas personas viajan en un tren justo en esa hora? Ese día me quede parada observándote lo único que  dejaste lucir.  El cabello desteñido siendo aún tan joven en tan poco tiempo te dejaba desnudo. Vos te dabas vuelta para mirarme de costado pero yo no iba devolverte el gesto. Entendía que te estabas escondiendo y seguramente tenías mucha razón en hacerlo.  Fue para mediados de 2009.
Tanto cambiaste, encontrar el paso del tiempo tallado artesanalmente en tu rostro, blanco rosado. Gotas de tiempo que también pasaron por mí, porque tenemos casi la misma edad, siendo yo aún un poco más grande.
Donde habrás dejado el caballo y la espada con las que conquistabas un terror imaginario? quién será tu doncella o tu caballero?  La torre de tu ego parece haber caído desde un lugar muy alto. El secreto de tus ojos, para los que alguna vez caímos por dentro, aún habla y conserva ese espíritu aventurero, prejuicioso, alocado, rebelde, mentiroso, seductor, amigo, enigmático, dañino, amenazante, tierno, desprotegido y es por ese diminuto haz de sinceridad por el que todavía miran tus ojos que pude reconocerte. No fue por tu porte, ni por tu pelo, ni por tu rostro, ni porque te escuche hablar o sonreír. Todo lo que encontré y rescaté,  cuando puse el cerrojo para conservarte, estaba atrincherado en tu furiosa  mirada, detrás de  tu alma pincelada de gris y claro, espiándome. No importa que tengas miedo, entiendo el por qué. Ni siquiera recuerdo con exactitud todas las batallas que habías ganado, ni las veces que te preste ayuda sabiendo que jamás ibas a devolverlas en gratitud.
No es venganza ni soberbia. No es gusto ni dolor. Es placer de encontrarme con un recuerdo, el mío y que en esa huella estuviera tu mano. Y reza la frase sobre tu espalda, quién te ha visto y quién te ve?
Yo puedo mirarte sin ocultarme, yo puedo sentir que el tiempo fue más lento y más liviano. Y fue más que una vereda,  fue un túnel, una grieta. Supongo que esa noche habrás tenido otra pesadilla. No creo que hayas soñado conmigo,  pero sí que te recostaste  abrazándote, queriéndote, fetal.  Y al cerrar los recuerdos volviste al mismo punto que yo, Turdera una tarde casi noche de verano, vos caminando hacia la estación donde quedaba tu casa y yo alejándome en un auto.  Y te veías aún joven buscando la chica perfecta, el auto ideal, perdiendo lo poco de buen tipo que te quedaba.  Qué habrá sido de tu vida desde ese noche hasta hoy? Quién tallo tantos cercos en tu rostro de nene, blanqueo cada cabello y achico tus ojos? Quién pudo con tanto?
Nunca voy a regresar sobre tus pasos, pero si te encuentro otra vez más; el destino esta ensañado con nosotros, la probabilidad es casi 0 y nunca me ha sucedido con ninguna otra persona del pasado. Si otra vez te cruzo, me voy a acercar demasiado y cuando estemos enfrente solo voy a mirarte y a sonreírte.  Siempre la vida me da revancha, yo solo espero.  Vos fuiste una de las personas que más se merece que le sonría; porque yo siempre supe que no era doncella y nunca quise parecerme y así supe vivir; también adiviné que vos no eras un caballero y nunca peleaste ninguna de las batallas que habías contado, ni existía esa mujer ideal, solo tu mamá. Vos eras un soñador despierto que confundías muy a menudo la realidad con la imaginación y que de verdad eras y seguramente sos eso que llaman un loco lindo que tuve el agrado de cruzarme muchas veces en tu camino y sobre todo en el momento que más brillabas! Quizá a los 19 años en un lugar de la zona sur que ya no recuerdo y que solía escaparme de vos para ir a bailar a la Casona. Esa que tenía un baño por el que entrabas por una puerta y te escapabas por otra. No lo hacía porque no quería escuchar tus historias, lo hacía porque me gustaba divertirme. Para mí la vida fue eso, un juego tonto, a veces mediocre y perverso. Un juego que me costó avanzar. A veces no entendí el reglamento, otras a los jugadores. Pero nunca abandone la niña que tan feliz me entrego de la mano a este nuevo mundo que nos va despidiendo. En ese juego, sí fui doncella, loca, justiciera, peluquera, maestra… pero nunca desnuda sobre la piel. Qué habrá pasado con el tuyo que teniendo 45 naipes, parece que te repartieron 60 cartas sin retorno.  


Para Sofi, que está descubriendo un mundo lleno de signos y símbolos nuevos.