Pobre mi hija Sofía,
voy a dejarle en herencia un poco más de lo que mis papás me dejaron a mí, pero
no mucho. Aunque con pensamientos no se
come, ni se viste, algún día quizá les sean
útiles. Me consuela pensar que en las palabras me va a encontrar las veces que
quiera, aun cuando no pueda decirle más nada.